sábado, 23 de mayo de 2009

Aborto….Reflexiones (3ª parte)

Al hilo de lo hasta aquí expuesto, me dirán algunos: “Sí. Todo esto esta muy bonito, pero la realidad es que se aborta; que la sociedad es como es y plantea situaciones que impelen al aborto. Y en esas condiciones, es necesario una legislación de mínimos, para proteger la vida de la mujer, expuesta a inadecuadas prácticas médicas, caras y sometida a la presión social, que conculca el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y su vida”.

Es curioso que este argumento reaccionario, por rendido a una realidad, lo acojan corrientes políticas cuya tradición ideológica asume enfrentarse a la realidad revolucionariamente y construir la utopía. Como mínimo supone una gran contradicción al sentido de sus ideologías. Trasponiendo el discurso reaccionario, esto vendría a ser exactamente igual que decir: “Sí, todo esto de la revolución, del hombre nuevo, de la utopía socialista, es muy bonito, pero la realidad es que se explota al trabajador, que la sociedad es como es y que se plantean condiciones económicas que hacen inevitable la explotación laboral. Y en estas condiciones, es necesaria una legislación de mínimos para establecer las condiciones de explotación de modo que no resulten tan duras al trabajador, limitando algunas inadecuadas prácticas empresariales para que la explotación no alcance cotas tan escandalosas”.
Es renunciar, de antemano, a transformar la realidad, conformándose con adaptarse a ella, acomodando la sociedad a unas condiciones mínimas. Es renunciar a la esperanza, a la historia, a asumir ser motor de nuestro camino.
Me temo que el derrotero de esas corrientes ideológicas hace tiempo que se convirtieron en corrientes de acomodación más que de revolución y motor de la historia.

Soy consciente que ante lo dicho, se rasgarán las vestiduras todos y todas las y los fanáticos que solo ven egocéntricamente su “derecho” y que acomodan su visión de la realidad a esos intereses egocéntricos. Por ejemplo, negarán la condición humana del feto para poder negar que éste pueda ser sujeto de derecho. Les es imperioso hacer esto, pues es la clave con la que se justifican y legitiman su postura. Y no digo que sean deshonestos en esta formulación. Estoy seguro que la mayoría, incluida la Ministra de la cartera de igualdad, se lo cree de buena fe. Pero a esa postura faltan criterios que permitan desembarazarse de la tendencia a percibir y acomodar los datos en el sentido que les ofrece su idea de realidad, idea construida, a su vez, desde su egocentricidad, sin la más mínima fisura de incertidumbre, de duda, de revisión crítica. Sus operaciones de percepción y acomodación de los datos, dominadas por un patrón ideológico sin incertidumbres, y tan sospechosamente acorde a sus deseos, les conduce inevitablemente a la confirmación de la propia identidad y de sus propias ideas. Es una entrega en caída libre a ese procedimiento inherente a la egocentricidad de la materia viva, donde se tiende a ordenar la realidad para que calce con la idea de realidad, negando, como falso, todo aquello que no calza con esa idea de realidad preestablecida. Falta mucha autocrítica, mucha revisión de conceptos, mucha epistemología y muchos ejercicios de lógica (una de las graves consecuencias del retroceso en los estudios de humanidades y filosofía en particular, que evidentemente enseñan a pensar y superar los mecanismos de sesgo, aunque no sirvan para una carrera de ganapanes, que parece ser lo único que interesa en los planes de estudio).

Es evidente que el feto no posee otra naturaleza que la de los miembros de la especie que lo han engendrado. Es un ser humano en proceso (toda la vida es un proceso a varios niveles). Pero, fíjense ustedes, que no digo un ser humano en formación. Digo con plena conciencia de su alcance, que es un ser humano en proceso… ¿Y por qué este matiz? Porque el sentido del término “formación” supone la existencia previa de un “estado de plenitud”, un estado de realización completa. Pero ¿cuándo está hecho, realizado por completo el ser humano? Biológicamente hay un proceso continuo de embrión a feto, de feto a neonato, de neonato a niño, de niño a púber, de púber a adolescente, de adolescente a joven, de joven a adulto, de adulto a anciano y de anciano sobreviene la muerte. Intelectualmente el proceso es permanente. Y no hablemos en el plano psicológico donde, incluso, los procesos de maduración frecuentemente no se alcanzan en los periodos que socialmente se han establecido.

Suponer uno de estos momentos del proceso como “el momento arquetipo” no tiene ningún fundamento, mas que un interés subjetivo y relativo, obediente a modelos de realidad que responden a condiciones e intereses donde conviene establecer la identidad referente en un momento dado. Pero, si ningún momento es el referente, lo es en sí el proceso entero. Y siendo así, la condición humana y el derecho que la acompaña, debe englobar al proceso en su totalidad. Lo demás es política, intereses, por no decir lo que supone liquidar a un ser vivo por pura coyuntura política y conveniencia de un colectivo.

No espero convencer a quienes están convencidos de las bondades de la propuesta ley del aborto (dejándome en el tintero la otra atrocidad filo-nacista, en la que se contradice la condición de minoría de edad y la responsabilidad de los progenitores, que huele a la posibilidad de delatar a la familia si esta no cumple con el Estado. Lo dejaré para otra ocasión). No espero convencerles porque, llegar a proponer lo que han propuesto, revela a las claras el fanatismo, la condición dogmática, el pensamiento sin fisuras que les domina. Y con ser malo, quiero creer que se trata de esto, y no de un oportunismo político, de tinte electoral, para retener o ganar votos de ciertos colectivos. Porque entonces el calificativo ya no sería de obtusos intelectuales.

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