domingo, 2 de octubre de 2011

DEL 15-M, DE LA LAICIDAD Y DE LA NEUTRALIDAD INSTITUCIONAL


Una de las razones esenciales por las que se defiende la laicidad es por garantizar la neutralidad del Estado y de los espacios públicos en lo tocante a las manifestaciones de carácter religioso.

Pero, no es que se considere injusto que “lo religioso”, en su carácter de tal (es decir, en su carácter de creencia en torno a una deidad), tenga una manifestación pública, o que una determinada creencia religiosa tenga una expresión pública en detrimento de otras o prevalente en relación a otras.

No. No es cuestión del carácter religioso de esa creencia. El laicismo, que en efecto se acota en torno a la neutralidad absoluta del Estado y sus instituciones en relación a las creencias religiosas, no es más que un aspecto (circunscrito en este caso al hecho religioso), de un principio anterior y que es el que verdaderamente lo justifica y lo legitima: LA NEUTRALIDAD DEL ESTADO, DE SUS INSTITUCIONES EN RELACIÓN A CUALQUIER CREENCIA, IDEOLOGÍA, O MODELO INTERPRETATIVO DE LA REALIDAD.

Este enunciado, evidencia de Perogrullo, no lo es tanto según observamos el comportamiento de muchos colectivos, que se rasgan las vestiduras exigiendo neutralidad del Estado, pero solo cuando se trata de neutralizar al oponente religioso, o ideológico.

Tal es el caso de la falta de criterios, bien sazonada con incultura, fanatismo (ceguera ideológica o religiosa), que esos colectivos fácilmente caen en contradicciones sorprendentes (y digo sorprendentes porque, siendo tan evidentes, uno no puede entender que no lo sean para quienes caen en esos despropósitos. Salvo, claro, si hay un odio y un fanatismo enceguecedor. Y aquí sí hay un temible peligro).

Digo que caen en contradicciones tan sorprendentes como vociferar a favor del laicismo (por cierto, yo soy laicista; que nadie se llame a engaño), y a la vez imponer, contra todo respeto a las garantías de neutralidad que exigen ellos mismos en los espacios públicos, símbolos, pancartas, consignas y todo tipo de manifestaciones gestuales e iconográficas en los espacios públicos, apropiándose de los mismos, sin el más mínimo miramiento hacia los demás.

Aquellos que critican las manifestaciones públicas de los religiosos, amparándose en que se falta a las garantías de neutralidad de los espacios públicos, no tienen empacho en manifestar públicamente también, sus concepciones agnósticas, ateas o sus ideologías anticlericales, olvidándose que ello mismo es una manifestación de solo un sector de la población, faltando del mismo modo a la neutralidad de los espacios públicos, invadiéndoles de igual manera y allanándolos con sus signos anticlericales.

Y aquí estamos con el famoso 15-M, movimiento que, en sus inicios, despertó todas nuestras simpatías cuando fue un movimiento ciudadano espontáneo, sin color político, arrojado a la calle de todos y cuando éramos todos los ciudadanos indignados con la clase política y ante una estructura que nos ha despojado a todos (derechas, izquierdas, creyentes, agnósticos, ateos) de nuestros derechos políticos (entre otras muchas cosas más).

Pero, en el momento y hora que se fue infiltrando para ser dominado y dirigido por determinados movimientos ideológicos y re-direccionado a consecuentes propósitos políticos, ya no puede ser considerado un movimiento que represente a toda la ciudadanía. Es el movimiento de ciertos grupos ciudadanos con determinadas ideologías. No representan pues, ni aglutinan pues, a toda la ciudadanía. Ni siquiera ya a la mayoría. Una mayoría que, en un principio, si EL 15-M no se hubiera ideologizado hacia un espectro de la banda política al uso de este país (y que resulta, al fin, más de lo mismo), hubiera persistido en mantenerse nucleada, organizada y hubiera, tal vez, logrado doblegar a las fuerzas políticas de este país.

¿Os imagináis toda la ciudadanía, apiñada, aglutinada, sin importarles si de derechas, si de izquierdas, si creyentes o ateos, si vascos, catalanes o castellanos, todos unidos contra el despilfarro, la corrupción, la falta de derechos políticos, la auténtica reforma constitucional para que esa ciudadanía recupere y le sean reconocidos esos derechos políticos?

El 15-M prefirió seguir la senda anti-papa, anti-desahucio demagógico, anti-sistema, y con posiciones morales adversas, antitéticas a las posiciones morales de otros importantes sectores de la ciudadanía y con toda una retahíla de lugares comunes de una ideología que ya conocemos todos y a la que cada día creemos menos. Ha desaprovechado su inicial capacidad de unir a toda la ciudadanía en torno a cuestiones que nos afectan a todos en lo tocante a los derechos políticos y la democracia y ha vuelto la desesperanza para aquellos que llegaron a creer que, por fin, había ciudadanía y no esa fractura social sempiterna, guerrocivilista, de las dos irreconciliables Españas, que tan buenos réditos ha venido dando a la clase política de este país.

La gran aspiración, ciudadano que me lees, es que imagines y trabajes en torno a la pregunta que acabo de haceros… ¿Imagináis a toda la ciudadanía, con independencia de ideologías y credos, de territorios y lenguas, todos juntos, una piña, contra la casta política, el despilfarro, la corrupción, la falta de derechos políticos amparada por una Constitución deficiente, olvidándonos de todo lo demás, de aquello en lo que se aprovechan los dirigentes para mantenernos desunidos y gobernarnos conforme sus más mezquinos intereses ? Entonces sí que asumiríamos que se trata de una rebelión democrática, de todos y para todos los ciudadanos. Entonces no sería faltar a la neutralidad debida en los espacios públicos, porque seríamos toda la ciudadanía tomándonos el espacio de todos, nuestro espacio, el espacio de la sociedad tomado por la sociedad.

¡¡CIUDADANOS, TODOS A POR NUESTROS DERECHOS POLÍTICOS!!

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