jueves, 19 de noviembre de 2009

DIÁLOGOS SOBRE FEDERALISMO (3º artículo sobre federalismo)


Se dice que quienes defienden la concepción de un Estado Unitario descentralizado frente al federal, alegan, entre otras cosas, que la estructura federal emerge de entidades soberanas preexistentes y que habrían cedido soberanía a un Estado que las comprende a todas, pensando que no es la realidad histórica de España. Es el argumento, en definitiva, que llaman historicista.

Quienes pretenden rebatirles, dan poca importancia y peso al hecho histórico y argumentan que el establecimiento de una estructura federalista puede, legítimamente, adoptarse sin la necesaria concurrencia de procesos históricos en los que han intervenido entidades soberanas que se hayan ido federando paulatinamente.

Y no les falta en absoluto razón a quienes así argumentan defendiendo su postura federalista. Pero lo cierto es que, la atribución del argumentarlo histórico como fundamento de negación de la estructura federal y asunción de la tesis del Estado Unitario descentralizado, como el fundamento de los no federalistas, es una falacia. Y lo es, porque no forma parte necesaria de ese argumento. De hecho, yo, que no defiendo la tesis federal, no argumento en absoluto la defensa de mi postura en los procesos históricos.

Y es más, en efecto, yerran quienes hayan argumentado esto. No por falsedad del planteamiento, porque es cierto que suele existir un antecedente soberanista en las entidades que luego se han federado (aunque no necesario), pero olvidan que España fue “una suma de Coronas independientes que compartían Monarca” (parafraseando uno de los artículos de mi estimado Carlos Martínez Gorriarán). Y precisamente por eso ha tenido sentido la estructura autonómica con que se ha dotado el Estado español.

Dicho todo lo cual, desmonto la estrategia de aquellos que, queriendo desvirtuar la defensa del Estado Unitario descentralizado, invocan un argumentarlo fallido (el argumentarlo histórico), en boca de unos supuestos defensores del Estado Unitario descentralizado. Porque no es, ni con mucho, el fundamento que nos mueve a defender para el Estado español, la estructura de un Estado Unitario descentralizado.

Quienes creen que el federalismo en España va a solucionar los problemas existentes, tanto en lo referido a las delimitaciones de competencias como a las veleidades soberanistas, yerran también. Y citaré parte del argumento empleado por los propios defensores del federalismo cuando critican el argumento histórico. Porque, en efecto, que el federalismo se justifique únicamente en realidades históricas donde hayan existido previamente entidades soberanas que se han ido vinculando en los cauces de la historia, es un error, porque ello no implica en absoluto que no se pueda estructurar una federación a partir de otros fundamentos. Ni tampoco significa que ese proceso federativo, estructurado por los cauces de la historia, haya sido pacífico y voluntario. Generalmente ha sido forzado con sangre y fuego.

Precisamente por eso, el federalismo no garantiza en absoluto la bondad del sistema. En efecto, la razón o fundamento histórico, no garantiza procesos pacíficos, como si estos fueran “advenimientos naturales e insoslayables de la historia”. Alguien, precisamente atacando los fundamentos historicistas que dicen proclamar los que no creen posible el federalismo en España, dice textualmente (refiriéndose al tan cacareado caso alemán) que “hace falta mucho amor a la leyenda para aceptar que los viejos Estados alemanes de origen medieval cedieron voluntariamente su soberanía a una Alemania federal”. Y tanto.

De modo tal que, con fundamento o sin fundamento histórico, un sistema federal se impone en un momento dado del proceso, con acontecimientos coercitivos que lo fuerzan. En definitiva, con la existencia de un poder federal capaz de aplastar todo intento secesionista ulterior (guerra de secesión americana, por ejemplo). Es decir, no me garantiza ninguna paz, menos en un país como España donde el separatismo es una corriente de bastante fuerza y movilización social en lugares como Euskadi y Cataluña.
Y si se fijan ustedes, después de procesos históricos “pacíficos” o más o menos traumáticos, los únicos federalismos que funcionan, y funcionan como tal, son aquellos donde la predisposición social y política de la ciudadanía por solidarizarse y unificarse desde el respeto de sus diferencias es patente y forma parte de su cultura (por volver a citar Alemania, que no adolece de las diferencias lingüísticas, étnicas que existen en España. O agregar a EEUU., que tampoco adolece de diferencias culturales significativas que fundamenten la federación). En efecto, no es el caso español, aunque aquí se den antecedentes históricos de reinos distintos reunidos bajo una Corona. En España no funcionará el federalismo del mismo modo que no funciona la Autonomía (por cierto, no me canso de repetir, figura federativa), porque no hay voluntad ciudadana, voluntad política para que sea factible. No por llamarse federal, se aclararán y definirán las competencias de las entidades federadas y del Estado federal. Porque, repito, y lo haré hasta la saciedad, todo ello es posible hacer desde la propia actual legalidad y estructura del Estado. Si no es así, es porque no se quiere así.
Me temo, pues, que tampoco la solución es el Estado Unitario descentralizado, porque en las cotas de descentralización volveremos a encontrarnos con el mismo hueso duro: no aclarar competencias y exigir cada vez mayores cuotas de autogestión hasta derivar en la total independencia.

El problema, pues, trasciende, por desgracia, la polémica de federalismo vs. Estado Unitario descentralizado. Es tomar la decisión inquebrantable que tomaron los prusianos de unificar los territorios germanos, incluso con guerras y asesinatos (desde la derrota de Austria hasta la muerte de Luis de Baviera); la decisión inquebrantable de los norteamericanos, incluso con una terrible y fraticida guerra civil o de secesión; los argentinos, incluso con la guerra civil de 1828 a 1832 (por citar un episodio. Podríamos hablar del terror de 1842, o el periodo bélico de 1851 a 1852 que culmina con la batalla de Monte Caseros); los franceses, aboliendo, en efecto, las divisiones internas del reino (que por cierto costó ríos de sangre en el país vasco del lado francés), constituyendo un Estado Unitario porque “entendían que, sin Estado Unitario no habría libertad política ni igualdad jurídica.” Y fíjense ustedes que cito ejemplos federales y unitarios, porque ahí radica todo el problema: ¿Hay o no voluntad de mantenernos unidos? Y si la hay ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar? Porque, llegado el caso, los ejemplos federalistas recurrieron a la sangre y el fuego (lo mismo que los unitaristas). Y si no, nos da lo mismo llamarnos Juana que Chana. Y para tal efecto, ni nos molestemos en discutir, debatir y preguntarnos cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler.

Créanme, señores: Lo que falta es decisión política para delimitar las competencias del Estado. Nada más

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