domingo, 15 de noviembre de 2009

DIÁLOGOS SOBRE FEDERALISMO (2º artículo sobre federalismo)


Defendiendo la postura federalista para la estructura del Estado español, se ha argumentado en los foros que, aquellos que defienden un Estado unitario descentralizado fuerte, contra la idea del federalismo, les ocurre lo que al burgués gentilhombre de Molière (que se sorprendió al enterarse que hablaba en prosa. Cosa que no sabía hasta que su profesor le hizo caer en la cuenta), porque no otra cosa es ese Estado unitario descentralizado que defienden los anti federalistas españoles: una forma federativa.


Quienes se expresan con esta ironía, puede que ignoren realmente la significación que, en teoría del Estado, tiene el concepto de Estado Unitario descentralizado. Tal vez deberían haber matizado para situar al lector en la realidad a la que se están refiriendo específicamente: La España de las Autonomías. Porque muchos de los que defienden la tesis del Estado Unitario descentralizado, parten, en efecto, de la estructura autonómica y solo pretenden que, esas unidades político-administrativas, sean dotadas de idénticas competencias.


No vamos pues a ser tan temerarios (o soberbios) de suponer como esos federalistas irónicos, que haya ignorancia en quienes defienden la idea de un Estado Unitario descentralizado, partiendo del reconocimiento, como unidad administrativa territorial, de las actuales Autonomías.
Por el contrario, creemos que a nadie se le escapa que se trata (el sistema autonómico) de una figura federativa (dado que, en efecto, la figura Autonómica es reconocida en la ciencia política como una figura federativa) y
que España, pues, es hoy por hoy, de hecho y de “derecho” una especie de Estado con estructura federativa.


Pero, cuando se discute tanto por imponer el término federal en detrimento del autonómico, es que algo más se pretende (cierto o falso, errado o acertado, pero algo más sin duda).


Observen ustedes cómo los que hablan en prosa sin saberlo (supuestamente, de un lado, los defensores del actual sistema autonómico, y de otro lado, los que, reconociendo la estructura territorial autonómica, defienden una igualdad competencial para todas ellas), les molesta la prosa, es decir, les molesta el término federal y reaccionan mal ante él. Es algo que deberíamos tomar en consideración, dentro de un contexto democrático, si nos importa, al menos, la reacción social como parte del problema.


Por otra parte, observen también, cómo a los que esa prosa les gusta (los defensores del federalismo), pese a decir que ese estado Unitario descentralizado que defienden los otros, es una estructura federalista de hecho, les preocupa que venga definida bajo el rótulo de “Estado Unitario descentralizado”.


Reconocerán todos ustedes, por lo tanto, que al menos al nivel del valor de las palabras, y su repercusión social, el problema es bastante serio. Y lo es, porque el problema está en lo que todos presienten y en las intenciones que nadie declara.


De todas las objeciones al federalismo que vienen mencionándose en los foros pro federalistas (y que se plantean de un modo sesgado para facilitar una fácil crítica sobre esas objeciones), prácticamente se mencionan solo aquellas relacionadas con la aplicabilidad de la estructura federal en la realidad sociológica, histórica y política de España. Y ahí, en efecto, existe uno de los principales problemas. No debemos olvidar el contexto sociológico y político de España. …. Ya entraremos en este tema.


Pero quisiéramos hacer un paréntesis para referirnos a otros argumentos, no por su importancia en sí (todo lo contrario. Su valor es nulo), pero que, precisamente por ello, por su evidente valor nulo, lo que viene implicado al ser esgrimidos para combatirlos, sí constituye algo muy grave y serio. Hay, en efecto, en España quienes objetan la opción federalista por suponerla una concepción proveniente de la izquierda (como si eso fuera un argumento en sí para objetar una idea). Quienes así argumentan, no cabe duda que demuestran más que una supina ignorancia y un fanatismo inaceptable. Pero que los pro federalistas citen semejante barbaridad, como tal barbaridad que es, para desprestigiar otras opciones de estructura estatal a través del desprestigio intelectual, tomando a un grupo de ignorantes por la totalidad de quienes conciben otras opciones distintas al federalismo, es una argucia improcedente, mezquina y falaz. Intentar desprestigiar una concepción del Estado (la no federalista, o una figura federalista específica como el sistema autonómico) citando comentarios de gente sin formación, es un recurso que ofende a la inteligencia.




Dicho todo lo cual, quisiera comenzar a contra argumentar las supuestas bondades del federalismo que defienden los pro federalistas españoles.
Una de las bondades que más se esgrime, es la posible solución al problema de la real desigualdad entre comunidades autónomas que se cree encontrar con esta opción. Pero decimos y sostenemos que es un sofisma decir que dicha desigualdad se debe a la estructura autonómica (que ya hemos dicho, y no lo olviden los federalistas, se trata de una figura federativa). En realidad, todos esos problemas se deben a la falta de voluntad política para definir claramente las competencias definitivas de las Comunidades Autónomas y del Estado. Y siendo así, crearíamos un Estado Federal exactamente como lo hemos creado: con “el bochornoso espectáculo del blindaje del Concierto Económico vasco, y un Estatuto como el de Cataluña, que instaura la relación bilateral Estado-Cataluña”. Nadie impide, ni garantiza que, en esta estructura federal que se propone, se vayan a definir con claridad y exactitud las competencias de las Comunidades y del Estado. Porque solo falta voluntad política y ésta no depende de la forma del Estado, si no de la deriva histórica y sociológica de la política española. Todo lo que se propone en un Estado federal (estudiar en catalán en Cataluña pero sin erradicar el castellano como lengua vehicular optativa;…pagar los mismos impuestos y recibir los mismos servicios en el País Vasco y Madrid, etc.), con voluntad política tiene perfecta cobertura legal y posibilidad en la estructura del Estado autonómico actual, sin necesidad de otros mayores aspavientos federalistas.


Nos dicen quienes defienden eso que llaman “decir las cosas por su nombre” es decir, declarar el Estado Federal español, que “ni a Carod Rovira, ni a Iñigo Urkullu, ni a Miguel Sanz, les interesa lo más mínimo ese Estado Federal cooperativo. A la izquierda oficial y a la derecha confederada del PP tampoco, por razones oportunistas y porque se han adaptado a manejar las cosas al estilo nacionalista”. Y no les falta razón. Es verdad que no les interesa el Estado federal. Por eso los nacionalistas independentistas no están interesados, tampoco, en la figura federativa que es la Autonomía. Y por eso mismo, pese a la estructura federativa que es el sistema autonómico, ninguno de esos sujetos e instituciones mencionadas mueven ficha para definir competencias claras y precisas. No se crea nadie, pues, que, por una cuestión de nombre, la realidad iba a cambiar.


Y ya que en esos foros se menciona el caso alemán como ejemplo a seguir, he dicho en mi artículo anterior, que precisamente no es aplicable en España ¿Por qué? Pues lo repito:


· Diferenciación clara de funciones entre la administración del Bund y la del Land. Las funciones legislativas recaen sobre el Bund, mientras que las administrativas son propias del Land y de los municipios ¿Dejarán en España los nacionalistas que esto suceda, sin participar de la función legislativa? Me temo que no.
· En Alemania, son el gobierno y parlamento federales quienes definen, a las administraciones de los Estados federados, lo que éstas han de ejecutar. Con la existencia de un nacionalismo independentista este no podría ni negociarse en España.
· tanto constitucionalmente, como en los principios implícitos, no solo de las normativas de cada Land, si no en la esencia misma de la sociología política alemana (la cultura política germana), la cooperación interestatal, tanto entre los länder, como entre éstos y el Bund, es un hecho fundamental, obligado e irrenunciable. Si bien cada Estado vela por sus intereses, no se soslaya el deber que tienen los Estados más ricos de ayudar a aquellos de menores ingresos. Su cultura política no se basa en el conflicto, sino en la proporcionalidad e integración vertical. El sistema alemán es un federalismo cooperativo, que solo es posible a partir de un irrenunciable sentido de unidad, que hace del sistema una estructura oscilante entre lo que podría ser entendido como una especie de centralismo y una gran cooperación para la ejecución de las tareas, sin perder el espacio de independencia de los Estados. No es ningún disparate decir y afirmar que el sistema federal alemán posee estructuras centralizadoras considerables que, por otra parte, hunden sus raíces en el mismo proceso de integración europea.


Evidentemente no es el caso de España, donde el separatismo y la más que demostrada insolidaridad entre regiones (léase política hidrográfica y fiscal por poner un botón de muestra, impensable en Alemania), son paradigma de una falta total de intención cooperativa interestatal. En España un posible consejo federal al estilo alemán (representantes de los länder) de länder separatistas, no actuaría como una fuerza de efecto centrípeto como en Alemania, sino como legalización de fuerzas emancipadoras y soberanistas.

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