domingo, 4 de abril de 2010

A PROPÓSITO DE FUTURAS ELECCIONES Y ALTERNATIVAS

Creo que fue una excelente idea la del que acuñó el término “zapaterismo”, haciendo referencia al caudillismo del Sr. Zapatero y al grupo que, al más puro estilo de las mafias sicilianas, se ha estructurado en torno suyo, apoderándose del antiguo partido Socialista (PSOE), y convirtiéndolo en una especie de feudo y plataforma que les facilita el acceso al poder de la nación.

La acuñación del término contribuye al urgente distanciamiento que debe establecer la socialdemocracia con respecto a esa camarilla que ha secuestrado a aquel partido.
En efecto, Zapaterismo, que no socialismo. Y eso es lo que debemos insistir hasta la saciedad.
A mi modo de entender y tras estudiar el programa y el discurso político, el espacio de una socialdemocracia europea (que valientemente trascienda la vieja y obsoleta frontera ideológica de la izquierda decimonónica), no lo está ocupando nadie (al menos de un modo claro y decidido). Parecía ser el camino de Upyd, pero los acontecimientos internos de esa formación, sugieren una deriva hacia el caudillismo, al más de lo mismo en lo que se refiere a la politocracia y a ninguna novedad sustancial en la contribución y el marco ideológico para afrontar los retos políticos de futuro, no solo de España, si no de Europa, realidad en la que deberá insertarse nuestro país. Su discurso no pasa de un nacionalismo que, incluso, puede resultar trasnochado, una solución federalista discutible, y una actitud ante los retos de futuro que no pasan del mediano plazo, dentro de una visión sin horizonte. Movimiento lastrado por un concepto de transversalidad imposible, porque no se puede dar fortaleza a un partido pretendiendo articularse en base a unos cuantos puntos programáticos (sobre todo centrados en la estructura del Estado y poco más), olvidando que hay posiciones irreconciliables en otras esferas no menos importantes de la vida política (aborto, pena de muerte, eutanasia, por citar algunos ilustrativos, que separarían a los afiliados de un modo tajante).

Conformes o no con las tesis socialdemócratas, hubiera sido una buena idea para los socialdemócratas (y para el resto de nosotros) haberse liberado de ZP y su camarilla y del lastre histórico de un partido (PSOE), que es ya caricatura de sí mismo y además invadido por una caterva de oportunistas, rastreros, mercaderes de la cosa pública, cuando no, ignorantes al paño, con una falta de criterios y de formación filosófica que asusta (léase alguna Ministra con problemas de definición acerca de la naturaleza humana y la condición necesaria para ser sujeto de derecho).

A mi modo de entender Upyd perdió una oportunidad histórica de presentarse como la regeneración de la socialdemocracia, superando dogmas, adoctrinamientos, fanatismos, lastres históricos, e incorporando la flexibilidad que exige la dinámica de la historia. Apertura conceptual. Sentido crítico y autocrítico. Capacidad de incorporar cualquier propuesta que realmente sea útil para el desarrollo de la humanidad. Puede, ahora, que intente dirigirse, para estas elecciones autonómicas y municipales, hacia ese sector de la izquierda. Creo que, el golpe interno que supuso su Congreso de Noviembre pasado, iba encauzado en esa dirección: reconducir la línea ideológica del partido hacia la izquierda. Creo, incluso, que esa fue siempre la mira de su cúpula. Y por ello, creo que no fue ético el proceso, ya que se valieron de un discurso ambiguo, disfrazado de "transversalidad", abanderando la lucha contra ETA, la defensa de valores nacionalistas españoles, para atraer a unos votantes que, por fuerza, tendrían luego que ser apartados, pero necesarios en la primera hora para lograr las tres victorias (la diputada del Parlamento Nacional, el autonómico y el eurodiputado).

Nunca confié en la transversalidad. El por qué, ya lo he señalado líneas más arriba, pero la nefasta política antiterrorista de la primera legislatura de ZP, sumado a más errores que estamos ahora mismo pagando, me hizo pensar que un partido con puntos programáticos escasos, pero urgentes de necesidad, bien merecía una especie de pacto ciudadano, aglutinando distintas corrientes, pero concurrentes en la luchar por una regeneración democrática y perfeccionamiento del sistema democrático, para oponernos a las alianzas, pactos y componendas contra natura, peligrosas, y que solo responden a políticas de coyuntura, del salir del paso, sin ninguna visión de Estado, ni visión de largo alcance, ni proyección de futuro.

Desde estas líneas quisiera dirigirme a todos los que me seguís en este blog: Ante el proyecto fallido de UPyD, de Ciudadanos y otros intentos, volvemos a estar huérfanos muchos ciudadanos. Sin embargo, pienso que es un excelente momento para iniciar, sí, una vez más, y cuantas veces sean necesarias, una nueva iniciativa política. No transversal. Clara, valiente, con miras no solo al presente, que hay que resolver sin duda, pero con visión de futuro. Creo que ha llegado la hora de trabajar por una empresa que trate de evitar el empobrecimiento que supone el bipartidismo, la concentración insana y peligrosa del poder en dos facciones, el embadurnamiento de la clase política con gente tan falta de criterios, cultura, formación y capacidad de gestión, motivada solo a medrar en las arcas del Estado, y sin ninguna ética.

Conozco ese discurso reaccionario y derrotista, bien alimentado por las mafias políticas (tanto de un signo como de otro), que pretenden evitar la fuga de votos, insistiendo en que no hay lugar ni posibilidad para otras opciones políticas que las ya establecidas. Apelan al voto útil. Apelan al temor de la dispersión del voto, argumentando que ello podría beneficiar al contrincante indeseado.

Estoy convencido que centenares de miles de ciudadanos, votantes del partido que gobierna, no están de acuerdo con el zapaterismo, pero temen otorgar el triunfo al partido de la oposición. Estoy también convencido que centenares de miles de votantes del principal partido de la oposición, no están convencidos de la alternativa que éste les ofrece, pero temen continuar con este desgobierno zapaterista.
Creo que es la hora, incluso para sanear esos partidos, de decidir un voto valiente, una alternativa política que, además de serlo, manifieste el rechazo total al estilo de política que domina la escena nacional y que todos los partidos están desarrollando con total falta de respeto a la dignidad de los ciudadanos.

Es preciso en estos momentos concienciar a los responsables de los partidos, que su poder depende efectivamente de los votantes. Y es preciso, para ello, que los votantes les demuestren que tienen la capacidad, no solo de enviarles a la oposición, si no, también, de apartarlos de la vida política y de alejarlos como alternativa efectiva de gobierno.
Pero, para ello, es necesario que los ciudadanos nos deshagamos de nuestros temores, nuestros fantasmas. Superar de una vez para siempre la brecha del guerrocivilismo, la concepción maniquea de la historia, que tan bien y buenos resultados le ha dado y da a ambos sectores políticos de este país. ...¿Acaso no se puede concebir una izquierda carente de fanáticos incendiarios de iglesias, asesinos de monjas, expropiadores de bienes, adoctrinados en la fe, que no en la convicción, de unas proclamas asumidas tan emocional y visceralmente como un religioso se entrega a sus creencias? ...¿Acaso no se puede concebir una derecha distinta a la carcuncia del 36, desligada del fascismo? Quiero recordar a quienes insisten en esa identificación, que fue el Sr. Churchill, conservador donde los haya, lo mismo que De Gaulle -EEUU incluido- los que se enfrentaron victoriosos al nazismo y al fascismo.
Querernos hacer ver en la derecha a las fuerzas mismas del franquismo, la dictadura, el compendio de la maldad fascista, es jugar perversamente, deshonestamente con la historia de nuestro país, para secuestrar nuestro voto como voto útil.

Aznar gobernó, Suárez gobernó, Calvo Sotelo gobernó, Felipe González gobernó y este país ha seguido su trayectoria democrática. Es hora de dejar de demonizar a la derecha y a la izquierda para cautivar los votos en dos polos mayoritarios. Es hora, eso sí, de tener clara cual es la línea que separa una visión con mayor o menor sensibilidad social, modos de entender la ética de las relaciones sociales y el orden social (léase cuestiones como el modo de entender el matrimonio, el divorcio, la unión entre parejas del mismo sexo, los derechos de la mujer, de los homosexuales, de la infancia, de los inmigrantes, de todas y cada una de las minorías, la definición de vida humana y sus derechos, la pena de muerte, los derechos laborales, el peso del Estado en la esfera de lo íntimo y lo privado, la política medioambiental, desarrollo y ecología, relaciones con el 3º Mundo, la investigación genética, etc., etc.). Pero, sobre todo, no solo de detenernos en las declaraciones de principios. Ya hemos oído y escuchado bastante a las dos fuerzas políticas que monopolizan el poder. Lo que es necesario, es que su discurso se corresponda honestamente. Y en esta última asignatura, los dos grandes partidos han actuado y actúan con total desprecio de la verdad y la coherencia, muchas veces traicionando sus principios, desdiciéndose de lo que han afirmado, o atropellando el derecho de algún colectivo si el oportunismo político lo exige.

Por todo esto, es necesario un espacio político donde los ciudadanos tengan la posibilidad de ser sujetos activos en las decisiones que atañen a nuestro destino como sociedad. Un movimiento político que surja de la raíz misma de la ciudadanía, pero con un claro proyecto político y una clara concepción ideológica. Cuando hablamos de una época en la que las ideologías han sido superadas, tal formulación no es exacta. Lo que realmente ha sido superado, es la frontera conceptual en la que se han movido las ideologías tradicionales, no pudiendo dar cumplida respuesta a todos los niveles de una realidad que, ahora, está revelando toda su complejidad e interaccionalidad.
Es evidente que, con tal definición, no se llamará a engaño nadie y se podrá o no ser partícipe de ese espacio político. Pero, por eso, es necesario un espacio que supere el fanatismo y sea capaz de alinearse y articularse puntualmente, sin perder sus idearios y principios, con partidos y plataformas ciudadanas ahí donde se coincida en objetivos. Hablamos en concreto de cuestiones básicas como los derechos de los ciudadanos en este espacio que llamamos España, la reforma de la ley electoral y de la aplicación de la ley d’hont (la exigencia de aplicar el principio elemental de “un ciudadano - un voto”); la separación total y absoluta de los tres poderes del Estado, para evitar las aberraciones y manipulaciones del poder político sobre el judicial, como estamos viendo de manera abochornante. La devolución de competencias estratégicas al Estado, cuando estamos siendo testigos de la descoordinación, cuando no, la contradicción y la desigualdad entre las comunidades autónomas y el enorme derroche y gasto presupuestario.
Y quiero especialmente detenerme en este asunto porque, la perversión maniquea y deshonesta de ciertos sectores políticos, ha llegado al punto de querer calificar cualquier sentido coherente de vertebración del Estado como un perverso nacionalismo al más puro estilo fascista. Nada más lejos de la verdad. Ese concepto queda para el nacionalismo español, catalán, vasco, gallego, y cualquier otro de fundamento etno-cultural. Para grupos políticos peligrosos, con los que no han tenido ningún inconveniente pactar las dos grandes fuerzas políticas, conduciéndonos a una tensión interna irresponsable.
Para cualquier mente medianamente clara, medianamente culta y razonable, libre de orejeras partidistas y fanatismos ideológicos, es fácil comprender la necesidad de concebir una organización administrativa como categoría en la que se resume una sociedad jurídicamente establecida, formada por ciudadanos que se dotan de unos instrumentos que les permiten resolver sus problemas culturales, sociales, económicos, que pactan un sistema político que les garantice sus derechos y afrontar sus objetivos. No hay razas, ni hegemonías culturales. El fundamento al fin y a la postre, es el pacto rousseauniano. El pacto social, racional, entre voluntades individuales, de ciudadanos libres, con independencia de credos, razas, lenguas, procedencias sociales, sexo, edad, y cualquier otro rasgo que no resulta sino que anecdótico. Y esta es la concepción que deberíamos defender también para la Europa que se pretende construir.

Con estas palabras he querido invitaros a reflexionar desde mis propias reflexiones. En la necesidad de crear ese espacio político que realmente suponga una regeneración democrática a la vez de un proyecto político claro.

Pero, en la posibilidad de fundar un movimiento político capaz de dar respuestas a los retos de mañana, no debemos plantearnos urgencias apegadas a coyunturas y contingencias. No debemos fijarnos metas tan cortas de mira, tan mezquinas, de tan poco alcance, como puede ser el hecho coyuntural de presentarse, ganar o perder unas elecciones mas o menos próximas. Y menos sin considerar el cómo se ganan y a qué se renuncia para ello. El proyecto político que ha de construirse debe ser el resultado de una decisión firme por construir nuestra propia historia, libres de intereses mezquinos, de interese de grupo, capaz de involucrar al conjunto de la sociedad y ofrecer una opción que permita a los ciudadanos de este país ser de una vez para siempre libres del voto del miedo, del voto secuestrado, o del voto pesimista que se rinde a la idea del menor de los males. Asumamos de una vez, valientemente, utópicamente, que se puede ganar o perder en una coyuntura, pero que podemos, que debemos construir un futuro sólido, libre de oportunismos políticos y políticas contingentes, carentes de modelo de Estado, sociedad, objetivos.